Translate the website!

Podéis pasaros por mi otro blog...

jueves, 31 de marzo de 2011

Cap 2 - La Noche Cristalina (4/5)

—Encantada —dije yo.

—Lo mismo digo —corroboró Lara.

—Nosotros también —respondieron los chicos.

Cuando hubimos saludado a todo el mundo, nos sentamos en el suelo de oro, en círculo. Nevolly, cómo no, se colocó justo al lado de Verline, y a poquísima distancia, además, aunque claro, eso no era de mi incumbencia. Vale, que ya había notado mi estudiada mirada a Enthoven, se las arregló para ponerme a su lado, y ella se acercó tanto a mí que para no estar pegadas me tuve que colocar casi tan cerca de Enthoven como Nevolly de Verline.

Los pyros nos hicieron varias preguntas a las chicas, aunque creo que fue más por diversión que por interés.

—Tú eres una dríade, ¿verdad? —me preguntó Cupo cuando me llegó el turno.

—Sí —asentí con la cabeza.

—¿En qué árbol vives? ¿Un haya? ¿Un cerezo? ¿Tal vez en una higuera?

—No, en un sauce llorón.

—Vaya —se sorprendió—. No tienes pinta de sauce llorón.

—¿Y de qué tengo pinta? —dije riéndome, en medio de las carcajadas de mis amigas.

—No sé, pero de sauce llorón, te aseguro que no. Pareces más… un pino, o algo así.

—¿Y eso por qué?

—Mi madre era una dríade. Yo presto atención a las cosas, aunque a mi madre no se lo haga creer así —rió—. Ella también era rubia, y tenía los ojos verdes, y era delgada como tú.

—… y vivía en un pino —completé.

—Exacto. ¿Sabes hacer magia?

—Un poco —dudé. Sólo empleaba la magia cuando realmente la necesitaba—. Controlo los árboles y las plantas.

—Nos podrías enseñar algo —dijo Enthoven. Y si yo había mostrado o había querido mostrar cualquier signo de negativa, ésta se disolvió instantáneamente.

Tras un suspiro, puse mi espalda recta, alcé mi mano derecha y abrí los dedos lo máximo que pude, orientando la palma hacia el árbol de oro más cercano, que era unos dos metros por delante de mí. Concéntrate, me dije. Recuerdo las clases que me había dado mi madre. Incluso podía recordar sus palabras… Alza la mano. Si necesitas mucho poder, hazlo con las dos. Visualiza en tu mente el árbol que quieras cambiar. Cuando seas capaz de ver el árbol incluso cuando cierres los ojos, visualiza la imagen retocada a tu gusto, creando lo que quieres que pase. Extiende la magia por la palma de tus manos, y lánzala con todas tus fuerzas hacia el árbol… Vi el árbol de mi mente con las ramas creciendo, y de ellas, hojas que brotaban en segundos. Incluso el tronco se movió un poco. Lo apliqué a lo práctico. Ya en el árbol real, hice que floreciera, que frutos tempranos aparecieran en sus ramas, y extendiendo lo máximo que pude una de ellas, conseguí tener uno de los frutos en la palma de mi mano.

—¿A que mola? —pregunté despreocupadamente, mientras le daba un mordisco a la manzana dorada.

—Fantástico —contestó Cupo con asombro—. Bueno, pasemos a otra persona… ¿Nevolly?

—Dime —dijo ésta, cruzando las piernas y alisándose el vestido plateado.

—Tú eres una náyade —afirmó.

—Muy listo…

—Gracias —respondió el otro, sacando pecho.

—… pero sé que Verline te lo dijo.

Cupo se giró hacia el aludido con una expresión extraña; una mezcla de confusión, asombro e incredulidad. El orgullo se le desinfló.

—¿Es que no te puedes callar?

—Qué quieres, hombre —dijo Verline, pasándole un brazo por los hombros a Nevolly. Ésta enrojeció, y se acurrucó contra él con una sonrisa mientras Vale le daba codazos a Cira y ésta última le hacía señas a Nevolly.

—Agh, los secretos ya no son lo que eran… —se lamentó Cupo mientras todos reían.

—¿Tú qué magia puedes hacer? —le pregunté, muerta de curiosidad—. Si tu madre era dríade y tu padre un pyro…

—Puedo hacer algo que nunca haría… —contestó, examinando sus manos.

—¿El qué?

—Utilizar el fuego… contra los árboles.

—¿Y lo has probado alguna vez? —pregunté tras unos segundos.

—De pequeño quemaba hierbajos y ramas y hojas secas. Teniendo la madre que tengo, nunca me atrevería a quemar un árbol. Son vidas, en realidad.

—Pues tienes razón —contesté.

—A ver, quién falta… ¿Lara? —siguió Cupo.

—Dispara.

—¿Tú eres una alseide?

—Sí. Convivo en el valle entre dos montañas con las demás alseides, las napeas, las oréades, y alguna vez, con las potámides.

—¿También sabes hacer magia?

—Sé hacer que florezcan las flores, que crezca una planta, que se cierre el capullo, incluso alguna vez he conseguido que cambien de color durante un rato. Pequeñas cosas, en realidad —resumió.

—¿Nos lo enseñas?

No necesitó preguntarlo, Lara ya estaba apoyando la mano en el suelo. Después de unos segundos, lentamente, levantó la palma de la hierba y una pequeña plantita dorada apareció donde había estado apoyada segundos antes su mano. Fue ascendiendo con la mano, y la plantita crecía al mismo ritmo, sin prisa pero sin pausa. Pronto se convirtió en una planta dorada de unos treinta centímetros, con campanillas de oro que crecían con rapidez.

—Normalmente son moradas —comentó Lara, mientras retiraba la mano de encima de la planta.

—¿Normalmente? —preguntó Río.

—Las alseides, por lo general, pueden crear o modificar plantas y flores de su “tipo” —intervino Cira—. Lara ha dicho que normalmente son moradas porque su flor original son las campanillas violetas. Y las mías, por ejemplo, son fresias amarillas.

—¿Por eso Lara tiene el pelo violeta y tú amarillo? —preguntó Tesio.

—Exacto —respondió Lara.

La verdad es que lo pasamos muy bien allí. Pronto, hydros y pyros se reunieron, y estuvimos todos juntos. Volvieron a hacer preguntas a todos y hubo más demostraciones de magia, una bastante espectacular por parte de Enthoven, por cierto. Estaba convencida de que ya tendría que estar de camino a casa, y así se lo comuniqué a mis amigas y mis nuevos amigos.

—Te acompaño, yo también me voy —dijo Lara.

—Yo tengo que irme ya —anunció Friné—. ¿Te vienes, Abby?

—Sí, voy.

—Pues creo que yo también os acompaño… —dijo Nevolly.

Al final, mis amigas y Damoc fuimos los que nos despedimos de los demás.

—Hasta luego —les dije a los pyros—. Ya nos veremos en el Lago un día de éstos —añadí para los hydros.

—Eh, a nosotros también puedes venir a visitarnos —dijo Tesio, y todos rieron.

—No pienso ir sola hasta la Montaña de Lava —declaré.

—Pues que te acompañen tus amigas. Sí, veníos todas algún día —dijo Río.

—Vale, iremos algún día. Adiós a todos.

—¡Hasta luego! —me contestaron a coro.

Y reemprendimos la marcha.

lunes, 21 de marzo de 2011

Cap 2 - La Noche Cristalina (3/5)


¡Hola a todos! ^^
Bueno, para empezar, tenía que deciros que ¡ME HAN DADO UN PREMIO! Ha sido Divinium Eximia, una de mis (pocas) lectoras que me aprecia profundamente y... bueno, para qué engañarnos, ha hecho pito pito gorgorito xDDDDDD
Nah, ahora en serio. Eximia tiene un blog llamado Profecía de un Mundo, el cual recomiendo porque aunque no he leído casi nada, lo poco que he mirado es... simplemente sublime :)

Bueno, a lo que iba.
El premio obliga a hacer diversas formas, de forma que allá van.

1.- Poner la imagen. Ya, está justo arriba. Creo.
2.- Compartir 8 cosas sobre ti. Bien, allá voy:
*****Mis ojos son raros: una mezcla de verde, amarillo, marrón, y algo grisáceo.
*****Uno de mis deseos para el futuro es comprar una moto y pertenecer a un club motero.
*****Dibujo bastante bien (o eso dicen), pero los rostros y las manos no se me dan bien.
*****Siempre he querido un hermano mayor, aunque tengo una hermana pequeña.
*****Estoy estudiando japonés, espero empezar algún día el alemán y si tengo tiempo, el chino y el italiano.
*****Escucho casi todo tipo de música, excepto reggaeton (o como diablos se escriba), flamencadas, gitanadas y demás marranadas, y (en general) cosas españolas.
*****Pongo música en casi cualquier situación. Si estoy leyendo o si estoy haciendo deberes, la música debe ser en inglés o japonés. Si estoy estudiando inglés, debe ser en español (en japonés no, porque sino intento aprender nuevas palabras y no me concentro)
*****AMO el chocolate con leche. Sin embargo, ODIO el negro; es demasiado fuerte para mí. Y el chocolate blanco está bien, pero tengo que controlarme porque sino, como demasiado.
3.-Otorgarle este premio a otros blogs:
*****Sun Burdock, por su adictiva historia que lleva el mismo nombre.
*****Fer, por sus pensamientos dan delicados como el cristal y sin embargo, tan fuertes y sabios como un viejo roble.
*****Laura Lozano, por su bonita historia que tengo que seguir leyendo, y que prometo hacer (LO JURO, DE VERDAD!!)
*****Carlos, por su interesante novela aún recién empezada, pero que seguro que nos depara muchas sorpresas.

Y, bueno, nada más, salvo el capítulo de hoy ^^
Un beso a todos!!!!!!

***************************************************************

Las ocho personas nos acercamos al muro y, tras unos segundos de vacilación, cruzamos la puerta. Dentro nos esperaba un sitio inimaginable. Justo enfrente de nosotros había una fuente dorada de la que brotaba oro líquido. Detrás de la fuente, a unos veinte metros, había dos hileras de árboles que formaban un camino. Lo más curioso era que los árboles eran también dorados; hojas, ramas y tronco. El suelo también era de oro, incluso había hojas doradas en el suelo, como si se hubieran caído de los árboles.

Los nueve avanzamos hasta la fuente, y yo metí los dedos de la mano derecha dentro hasta que toqué el líquido dorado. Realmente parecía agua al tacto. Nadie podría haber adivinado que era oro si no lo veía con sus propios ojos. Me limpié la mano en mi túnica, que quedó manchada por un rastro dorado.

Siguiendo a Nevolly, avanzamos hasta los árboles y comenzamos a pasar por el camino que formaban. Unas cuantas hojas se cayeron de pronto de uno de los árboles, y una de ellas se posó en mi cabeza. Me la quité del pelo, y una vez en mis manos, la observé detenidamente. Era idéntica a una hoja de roble normal, sólo que ésta era dorada. La presioné con dos dedos; la hoja crujió y se resquebrajó. Tiré los restos al suelo, sorprendida. Al fin y al cabo, era todo real…

Todo estaba tan silencioso que nadie se atrevió a hablar. Y eso era muy raro; mis amigas, por lo general, no podían callarse nunca. Lara volvió a colocarse a mi lado y me dio la mano, seguía sintiéndose culpable por lo de Damoc.

Seguimos andando en silencio. Tal vez estuvimos diez minutos andando, o quizás fueron veinte. No lo sé. Pero, al final, llegamos a la verdadera Ciudad de Oro. Era, en realidad, una plaza circular, pero en vez de muros o paredes lisas había edificios. Enfrente de nosotros se encontraba lo que parecía un castillo de oro, con un gran arco en medio que se podía atravesar. Tras fijarme bien me di cuenta de que el castillo no era tan pequeño como yo pensaba, sino que se prolongaba hasta llegar a formar casi un círculo completo. En el centro de la “plaza” había un gran árbol dorado; un sauce llorón.

—Venid —indicó Damoc, rompiendo el silencio.

Comenzó a avanzar hacia el arco. Todos le seguimos

—¿No creéis que está todo demasiado… en calma? —preguntó Friné.

—Se rompe el silencio en el Jardín Dorado —contestó Damoc—. Allí es donde está todo el mundo. Vamos.

Los nueve cruzamos el arco, y ante nosotros apareció un jardín, viva la redundancia, dorado. Había un pequeño lago de oro, y alrededor, hierba (también de oro). Árboles de oro, hojas de oro, plantas de oro, flores de oro… El jardín era extenso, y lo único que no era dorado eran un grupito de pyros y otro de hydros, que charlaban y reían cómodamente.

—Vaya —se asombró Cira, que miraba a nuestra izquierda.

Observé lo que miraba ella, y yo también quedé asombrada. A la izquierda, comenzaba un sendero de hojas doradas, con árboles a los lados. Y a lo lejos, una cascada dorada brillaba como el mismo sol. Realmente era un espectáculo…

—Precioso —terminó Lara.

Enseguida se dispersaron todas. Vale, Cira y Nevolly fueron junto a los pyros; Friné, Lara y Abby junto a los hydros… Damoc se acercó a mí, y yo me crucé de brazos.

—Oye, Cand… —empezó.

—¿Sí?

—Oye, lo siento…

—Oigo, y no, no lo sientas, no has hecho nada malo —contesté, cortante.

—Pero yo te…

—¿Qué? —bufé—. ¿Me rechazaste? Ja, no necesito pareja para la Noche Cristalina —declaré, y me di la vuelta. Ojalá se marchara ya. ¿No se daba cuenta de que me estaba haciendo daño?

—Habría ido contigo si no me hubiera comprometido con Lara —dijo, sorprendiéndome—. Sólo quería que lo supieras.

Él también se dio la vuelta. Yo me crucé de brazos y le miré por encima del hombro. Aquello significaba que podría ser que en realidad sintiera algo por mí… había dicho que habría ido conmigo a la fiesta. ¿Quería decir eso que no estaba enamorado de mi amiga?

—¿Ah, sí? ¿Y piensas seguir haciéndole daño a Lara mucho tiempo más? Es casi mi hermana, deberías saber que si no la quieres yo se lo voy a decir. No quiero que sufra.

—Yo tampoco —finalizó, y se marchó con los hydros. Lara se me acercó.

—¿Qué te ha dicho? —preguntó, mirando a Damoc.

—Nada importante —respondí al fin, pasándole el brazo por los hombros. No le iba a arruinar la noche. Ya se lo diría más adelante… por su propio bien—. Venga, vamos con las demás. Quiero conocer a Verline, intentaré tener poder de veto para la elección de novio de Nevolly —sonreí—. No creo que me deje, pero se puede intentar.

—Esto no me lo pierdo.

Las dos avanzamos hasta el grupito de los pyros, al que se habían sumado Nevolly, Vale y Cira. Nevolly estaba demasiado ocupada halagando a Verline, así que Vale hizo las presentaciones mientras Cira se reía en silencio.

—Candy, Lara; éstos son Verline —señaló al joven de cabellos rojizos y ojos negros, al que yo había visto hacía unas horas en Daxópolis—, Río —señaló a un chico bajito pero musculoso, de cabellos negros y ojos rojos, pero tan claros que casi parecían rosas—, Cupo —indicó con la cabeza a un joven medianamente alto, musculoso, atractivo, con el pelo rubio y los ojos azules (¿tendrá raíces de dríades…? Tiene la piel rojiza; es un pyro, indudablemente. Pero uno de sus padres no es del elemento del fuego…). Éste sonrió burlonamente y nadie le borró esa expresión en un rato—, Tesio—señaló con el dedo índice a un chico de cabellos como el fuego, ojos del mismo color, complexión atlética, y con unas facciones demasiado cuadradas y angulosas para mi gusto—, y Enthoven —por último señaló al joven que estaba más lejos de mí. Era un poco más alto que yo, tenía el cabello castaño, liso y brillante, con un corte bastante bonito; el pelo le llegaba casi hasta los hombros. Tenía los ojos oscuros como la boca del lobo, pero brillantes como estrellas. Una muda sonrisa pintaba su rostro de facciones finas y suaves en su piel, tan poco rojiza que casi parecía pálida. Bastante musculoso, de cintura para arriba al aire, dejaba ver un torso bien trabajado con todos los abdominales marcados, unos pectorales que no dejaban nada que desear y unos brazos en los que te gustaría encerrarte para el resto de tus días.

—Encantada...

miércoles, 16 de marzo de 2011

Cap 2 - La Noche Cristalina (2/5)

—Adiós, Cand.

Se marcharon a buscar a las demás, y yo anduve hacia el lago, a ver si encontraba a Lara. De pronto, sentí una mano en el hombro, y me di la vuelta. Allí estaba mi amiga; cabellos violetas, lisos y largos hasta el pecho, figura esbelta, ojos de color lila claro, movimientos gráciles… y un agradable aroma a campanillas.

—¡Lara! —exclamé, y me abalancé sobre ella. Las dos nos abrazamos durante unos segundos, felices. Después, me aparté un poco para verla mejor—. Vaya, estás muy guapa.

Llevaba puesta una túnica blanca de manga larga que le llegaba por los tobillos, con un escote bastante pronunciado en forma de corazón. Sonrió.

—Gracias, tú también.

—¿Cómo estás?

—Muy bien, gracias. ¿Y tú?

—Nunca he estado mejor.

—¿Tienes pareja? —preguntó con una sonrisa.

—No, pero a juzgar por tu sonrisa… tú sí.

—¡Sí! —exclamó, emocionada—. No sé cómo lo conseguí, pero el caso es que me lo pidió antes de venir y… —no terminó la frase.

—Bueno, yo me voy con las demás, ¿vienes?

—Sí, claro. Pero, espera, voy a buscar a mi chico. ¿Me esperas aquí?

—Claro. No tardes.

—No, ahora vuelvo.

La vi alejarse y perderse entre la multitud, y allí esperé, cruzada de brazos. ¿Con quién habría ido? Seguramente sería alto, musculoso, atractivo… pero cuando Lara llegó acompañada de su pareja, se me cayó el alma a los pies. Y cuando él me vio, también se quedó paralizado. Sí, era muy guapo, y bastante alto y con músculos.

Damoc. En cuanto me vio, la sonrisa se le fue del rostro. Lara lo cogía de la cintura, y él le pasaba el brazo por los hombros. Un escalofrío me recorrió por completo, y en ese momento no supe si reír o llorar. Pero no hice ninguna de las dos cosas, adopté una expresión inmutable y esperé a que llegaran.

—Hola, Damoc —saludé con voz neutral cuando estuvieron frente a mí.

—Hola, Cand —respondió él, medio sorprendido, medio avergonzado.

—Ah, ¿así que ya os conocéis? —preguntó Lara con una sonrisa. Un leve asentimiento de mi cabeza la convenció.

—Bueno, Lara, me voy con las demás —avisé.

—Vamos contigo —contestó Lara.

—Bien —repliqué.

Guié a la pareja hasta el lugar exacto donde se encontraban los pyros, y con ellos, a mis amigas. Aunque no había ni rastro de Friné.

—¡Ah, hola Cand! —me saludó Nevolly, pero después reparó en Lara—. ¡Hola, Lara! ¡Y…! Ah, hola Damoc —saludó, no demasiado convencida, y observó con detenimiento las manos entrelazadas de Lara y Damoc. Me miró con expresión interrogante, pero yo tenía cara de póquer, así que sonrió—. Bueno, ¿queréis que vayamos a buscar algo de comer?

—Oh, sí, tengo mucha hambre —indicó Vale.

De forma que el pequeño grupo nos encaminamos hacia el puesto de comida. Lara y Damoc se adelantaron, felices. Nevolly se colocó junto a mí y me susurró en la oreja:

—¿Y Friné?

—Imagina —contesté, sin mirarla.

—¿Con Nicanor…? —preguntó, aguda. Mi sonrisa le sirvió de respuesta.

Y no hicimos mucho más. Nos hinchamos a frutos dulces de color azul, verde y violeta, volvimos al espectáculo de los hydros (donde secuestramos a Friné), y después regresamos a donde se encontraban los pyros (Nevolly nunca se cansaba de observar a Verline). Después de unas horas, los niños pequeños se fueron a casa junto con algunas madres, y la música comenzó a sonar de extraños instrumentos en manos de varias dríades. Rápidamente nos pusimos en posición, y la multitud comenzó a bailar. Así estuvimos horas…

Y, al final, Lara, Cira, Nevolly, Vale, Friné, Abby, Damoc y yo (en resumen, todos) nos quedamos echados en el suelo, boca arriba, a varios metros del lago, para no estorbar. Juntos formamos un círculo y observamos las estrellas, agotados.

—Ha sido genial —dijo Friné tras un largo rato de silencio.

—Sí, ha estado bien —corroboró Abby.

Nevolly se puso bocabajo de repente, y nos miró con cara pícara. Me di la vuelta yo también.

—¿Qué? —pregunté.

—¿Vamos a la Ciudad de Oro? —preguntó con una sonrisa.

—Por mí, vale —dijo Lara.

—Sí, sí, vamos —nos animó Vale.

—Hala pues, venga —dijo Abby.

Las cuatro se levantaron al tiempo. Segundos después, también lo hicieron Friné y Cira.

—¿Queréis ir a la Ciudad de Oro? —preguntó Damoc, estupefacto.

—Sí, ¿por qué no? Ya tenemos edad.

—Yo fui con un año más que vosotras —contestó el hydro.

—Bueno, pero nosotras nos sabemos desenvolver bien —respondió Lara.

—Como queráis.

Damoc y yo nos levantamos y seguimos a mis amigas, que ya habían comenzado a irse. Tras apretar el paso, las alcanzamos y continuamos andando.

La verdad es que yo no tenía la menor idea de por dónde se iba a la Ciudad de Oro, así que confiaba en que mis amigas lo supieran. De todas, formas, Damoc ya había ido más de una vez (o eso decía él), así que no podíamos perdernos.

Nos alejamos de Daxópolis por el camino contrario al que habíamos venido, y comenzamos a rodear una de las montañas. Lara, de pronto, le soltó la mano a Damoc, me tomó del brazo a mí e hizo que nos rezagáramos un poco.

—¿Qué te pasa? —preguntó, preocupada—. No has dicho nada en toda la noche.

Yo no contesté, seguí andando. Pero no le aparté la mano.

—Vamos, puedes contármelo —me dijo, zarandeándome. Yo no sabía ni por dónde empezar.

—Le pedí a un chico que viniera conmigo —murmuré, al fin. Ella me pasó el brazo por los hombros e hizo que la agarrara de la cintura.

—Lo siento… no te preocupes, el año que viene irás con el que tú quieras.

—No lo entiendes… —dije, sacudiendo la cabeza— Él…

—¿Quién? —preguntó, temiendo la respuesta.

—Damoc —susurré tras unos segundos.

Creo que se paralizó casi tanto como yo cuando descubrí que mi mejor amiga había salido con el chico que me gustaba. Luchaba internamente por decir algo, y al final consiguió soltar una retahíla de palabras.

—Yo… lo siento, Cand, no tenía ni idea…

—No es culpa tuya, no te disculpes.

—Claro que es culpa mía…

—No, tú sólo aceptaste una proposición, lo que hice o dejé de hacer yo no es culpa tuya.

—Jo, si lo hubiera sabido…

—Eh, no te atormentes. Tienes bastante con tus problemas.

No me soltó y fue con Damoc. Se quedó conmigo, porque ella sabía que yo la necesitaba. Ella quería reparar su error, el problema era que Lara no había cometido ninguno. Había sido culpa mía.

Así abrazadas llegamos hasta un barranco. A lo lejos (muy lejos) se veía ligeramente la otra “orilla”. Nos asomamos al borde del barranco, y descubrimos que abajo (muy abajo) había un río que discurría rápidamente. Se podía llegar al barranco de enfrente cruzando un maltrecho puente que, parecía, no iba a aguantar mucho. Estaba compuesto simplemente por varias cuerdas y tablas de madera, pero todos se fiaron.

—Paso yo primero, por si acaso se rompe —dijo Damoc, y cumplió su palabra. A Lara se le escapó un suspiro mal disimulado.

Uno a uno, fueron pasando, y yo me quedé la última. Las tablas crujieron cuando las pisé, pero ninguna se rompió ni resquebrajó. No le tenía miedo a las alturas, pero la verdad es que daba impresión andar encima de la nada, prácticamente. Lo arreglé intentando no mirar abajo. Después de unos minutos que se me hicieron interminables, oí cómo los pasos de los demás dejaban de crujir, y resonaban en la tierra. Tras avanzar unos pasos más por la podrida madera, llegué por fin a tierra firme y miré a mi alrededor. Delante de nosotros había una gran muralla que parecía hecha con losas de piedra, pero era totalmente dorada. Se podía acceder a la muralla por una puerta, también dorada. Ahora entiendo lo de “Ciudad de Oro”…

—Vamos —dijo Nevolly, decidida.

Las ocho personas nos acercamos al muro y, tras unos segundos de vacilación, cruzamos la puerta.