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Podéis pasaros por mi otro blog...

domingo, 8 de mayo de 2011

Cap 4 - Reflexiones (1/2)

—¿Seguro que estás mejor? —le preguntó Friné a Nevolly de nuevo.

—Que sí —dijo ella cansinamente, alargando el “i”—. Es la trigésima vez que me lo preguntas.

—Sólo es por si acaso —murmuró Friné.

—Sí, estoy bien. ¿Y tú? —me preguntó Nevolly repentinamente—. Tú estabas la última…

—Cupo me ayudó —contesté.

—Ah, menos mal. Si no, ya estarías en el otro barrio.

—Pues seguramente —comenté con despreocupación, mordiendo un fruto verde.

—¿Te duele la mano? —preguntó Friné de pronto.

—Por última vez, Friné, estoy bien —contestó Nevolly.

—Es que te comienza a salir sangre otra vez.

Habían pasado unos días desde la fiesta en la Montaña de Lava. Nevolly ya estaba mucho mejor, pero la mano le seguía sangrando de vez en cuando. Era la cuarta vez que se cambiaba de vendaje ese día, porque los empapaba todos. Y eso que estábamos a mediodía; acabábamos de comer.

—Agh, tendré que cambiármelo de nuevo —gruñó.

—Luego te acompaño a mi árbol —ofrecí.

—Vale —aceptó.

—La semana que viene vamos a Blodyn —comentó Lara, contenta. Los acontecimientos de los días anteriores habían sido suficientes como para convencer a la madre de Lara de que era mejor que se marcharan de Terramarina el día que nosotras fuéramos hacia allí, para la fiesta de las flores.

—Sí, por fin —corroboró Cira.

—Tendremos que levantarnos temprano —anuncié.

—Buff —gimió Friné.

—Ah, merece la pena —intervino Abby.

—Pues claro —apostilló Vale—. La fiesta de las flores no nos la podemos perder. Además —añadió con una sonrisa, pegándole codazos a Friné—, va a ir Nicanor.

—Vale, vale —dijo ésta, frotándose con la mano el sitio en el que Vale le había golpeado.

—Entonces vamos todas, ¿no? —comenzó Nevolly a hacer planes.

—Sí, y Dravis y Nicanor también van —comenzó a enumerar Vale—. Supongo que los pyros también…

—Verline sí, supongo que no irá solo —contestó Nevolly.

—Claro, irá contigo —bromeé yo.

—Tonta, digo que los demás pyros también irán.

—Ah, bueno. Así nos reiremos un rato con Cupo y con Dravis —dijo Friné.

—Jo, y tanto —corroboró Lara.

—¿Crees que te habrás mejorado para la fiesta de las flores, Nevolly?

—Supongo que sí. Tampoco me ha pasado nada grave.

—No, qué va —ironicé—. Sólo que un trozo de madera de más de veinte centímetros te ha atravesado la mano hasta casi sobresalir por el otro lado. Pero nada grave, claro.

—Pienso ir de todas formas, no voy a ser la única que se queda aquí el Día de las Flores —aclaró Nevolly.

—Claro que no te vas a quedar aquí —aseguré yo—. Vamos a ir todas de fiesta.

—¿No os dais cuenta de que un día u otro celebramos algo? —preguntó Abby.

—Ah, por eso amo mi vida —sonrió Cira.

—Como todas

—dijo Vale.

—Bueno, creo que voy a cambiarme el vendaje —dijo Nevolly, levantándose.

—Bien, te acompaño —ofrecí—. Te daré unas hojas y unas cuantas raíces para vendarte de nuevo.

—Vale, gracias.

—Vamos con vosotras —dijeron Lara y Friné, levantándose también.

—¿Y eso? —pregunté, desconcertada.

—Hoy comemos en familia, ¿recuerdas? —inquirió Lara con una sonrisa.

—Ah, es verdad.

—Y yo tengo que irme con mis padres —intervino Friné—. Comeremos pronto, supongo. Y mi madre se cabreará si llego tarde.

—Pues como la mía —dije yo—. Después de darte el vendaje, me iré a comer.

—Sí, yo también —dijo Nevolly—. ¿Vamos?

—Sí. Adiós, chicas —me despedí.

—Hasta luego —respondió Cira.

—Adiós —contestó Vale.

—¿Vendréis por la tarde, no? —preguntó Abby.

—Sí. Hasta luego.

Lara, Friné, Nevolly y yo nos alejamos de las demás, que estaban sentadas a la sombra de unos grandes árboles frutales. Nos adentramos en el bosque, allí donde Friné y yo nos movíamos con facilidad. Sorteábamos los árboles sin dificultades, y aunque avanzábamos por el bosque como fantasmas y no hacíamos ningún ruido, Lara casi estaba a nuestro nivel. Nevolly era capaz de hacer lo mismo, pero debajo del agua, no en medio del bosque, entre los árboles. En un momento dado, mi amiga náyade tropezó y se apoyó con la mano derecha (la mala) en una rama de árbol. Intenté sujetarla antes de que cayera, pero fue en vano. Nevolly soltó un grito de dolor al sentir la rama en su herida todavía sin curar. La rama, tan fina que era, se quebró bajo su peso, y mi amiga cayó al suelo. Rápidamente, Friné y yo la ayudamos a levantarse.

—¿Estás bien? —pregunté (inútilmente, en mi opinión).

—Podría estar mejor. Vamos, tengo que cambiarme la venda.

Llegamos a mi árbol en unos segundos. Le pedí permiso a mi árbol para cogerle algunas hojas, y tras cortarlas y tendérselas a Nevolly, le pedí unas cuantas raíces. El árbol hizo ascender las raíces desde el subsuelo hasta la superficie, y tras cortar unos trozos, le ayudé a Nevolly a vendarse. Después, ella se despidió de nosotras, y Friné también se fue con su familia. Lara y yo avanzamos hacia mi claro, donde se encontraba reunida mi familia, y la suya. Habían reunido ya un montón de frutos de colores, que fuimos comiendo poco a poco entre todos. Los padres de Lara comenzaron a hablar con los míos, y su hermana Bera entabló conversación con Amina. Lara y yo nos acercamos un poco la una a la otra para contarnos cosas sin que se oyeran, y empezamos a cotillear.