De forma que ahí estaba yo, con una depresión increíble, pero con mi brillante pelo dorado ondeando detrás de mí, mi andar sigiloso avanzando hacia el olmo de Friné, y mis ojos verdes observando la luna que se alzaba en aquel cielo plagado de estrellas. Haciendo caso a mis irritantes amigas, había avanzado con valor hasta Damoc, y lo llevé aparte para que sus amigos no pudieran escuchar la patética proposición, aunque estaba segura de que luego él iba a contárselo, me respondiera sí o no. Tras mi pregunta, unos segundos de vacilación me confirmaron que no pensaba ir a
Con cuidado para no rasgarme la túnica verde sin mangas (que me llegaba un poco más debajo de las rodillas) con la que me cubría, sorteé un par de árboles y busqué con la mirada a Friné. Ah, allí estaba, camuflada con los árboles. Llevaba puesta una tela negra que dejaba al descubierto uno de sus hombros, y tapaba sus piernas hasta las pantorrillas. Se había lavado el pelo a conciencia (bueno, como yo); le brillaba más que nunca y lanzaba destellos verdes a la luz de la luna. En cuanto me vio, corrió hacia mí sin tropezar y sin engancharse con ninguna rama.
—Hola, Cand. ¡Qué guapa!
—Gracias, tú también. ¿Vamos?
—Sí.
Las dos juntas nos encaminamos a Daxópolis, donde se celebraba todos los años
—¡Ah, hola Cand! —me saludó por encima del griterío de la multitud—. ¿Cómo estáis?
—Bien, gracias. ¿Has visto a Abby?
—Eh… no, no la he visto, pero me ha dicho esta mañana que vendría con su familia. Tal vez esté en el lago, ve a mirar si quieres.
—Vale, gracias. ¿Y a Lara y Cira?
—Ah, antes estaban con nosotras, se han ido hace un momento a comer algo.
—Bien, muchas gracias, voy a buscarlas, a las tres. ¿Vienes, Friné? —le pregunté.
—Sí, voy —dijo, ansiosa—. Vamos, venga. Primero vamos a buscar a Abby.
No le pregunté por su reacción, simplemente acepté que mi amiga estaba un poco más loca que de costumbre. Las dos sorteamos a dríades, melíades, alseides, agrónomas, antríades, hespérides, limónides, napeas, oréades, crénides, limnátides, hydros, pyros, centauros, sirenas, hadas, hombres lobo, grifos, fénix, augurey… y al fin llegamos junto al lago. Enseguida comprendí el motivo de que Friné se comportara así; Nicanor estaba haciendo un espectáculo junto con algunos hydros.
—Oye, voy a dar una vuelta, ¿vale? —me preguntó Friné, sin dejar de mirar a Nicanor.
—Vale, ve —contesté, mirando a mi alrededor para ver si alguna de mis amigas estaba por allí—. Si me necesitas estoy por… —pero al girarme de nuevo hacia Friné, ésta ya se había ido. Avanzaba hacia Nicanor con paso tímido.
Suspiré, y me acerqué un poco más al lago al descubrir a Abby dentro junto con algunas náyades y varios hydros. Me arrodillé en la orilla y la llamé.
—¡Abby!
Ella se giró hacia mí y sonrió cuando me reconoció.
—Ah, hola Candy.
—Voy a buscar a Lara y a Cira, ¿vienes?
—Vale, espera un momento.
Se despidió de las náyades y los hydros, y tras salir del lago vino a mi encuentro, toda mojada. Menos mal que no hacía frío…
El primer sitio a donde nos dirigimos fue al puesto de comida, para ver si Lara y Cira seguían allí. Pronto descubrí el pelo color limón de Cira en medio de la multitud. Agarrando a Abby de la mano para no perderla, conseguimos llegar hasta mi amiga. Le puse la mano desocupada en el hombro, y ella se volvió, sobresaltada.
—¡Cand! ¡Abby!
Nos dio un fuerte abrazo; hacía meses que no nos veíamos. No vivía precisamente cerca de LäBrit.
—¿Cómo estás, Cira?
—Muy bien, gracias. ¿Qué contáis?
—Os estábamos buscando, a ti y a Lara.
—Ah, Lara se ha ido hace un momento… en esa dirección —indicó Cira con el dedo índice de la mano derecha. Indicaba hacia el lago.
—Vale, voy a buscarla.
—¿Quieres que te acompañemos? —preguntó Abby.
—No importa, id con Vale y Nevolly, a ver si van a causar algún estrago. Están con los pyros.
—Vaya, no tenía intención de hacer esta noche de niñera, pero… —dijo Abby. Cira rió.
—Bueno, luego voy a buscaros. Hasta ahora.
—Adiós, Cand...