Avanzábamos implacablemente por el valle entre las montañas Sisha y Misha. Del brazo, Lara, Friné, Nevolly, Vale, Abby, Cira, Krallie, Silza y Afra habíamos hecho ya la mitad del recorrido. Con Krallie a mi derecha y Cira a mi izquierda mantenía una conversación sin importancia que probablemente olvidaríamos en menos de unas horas. Estábamos cargadas de flores, y a pesar de ello el valle seguía tan colorido como antes de la recogida. Muchos grupos más nos acompañaban, todos alegres, también cargados de flores. Nos dirigíamos al centro de Blodyn, ya que en ese momento nos encontrábamos en los alrededores pero avanzando rápidamente hacia nuestro destino.
Teníamos flores de todas las clases, tamaños, formas, olores y colores imaginables. Ya habíamos celebrado la comilona del mediodía, y en ese momento, la gente que no había querido acompañarnos para le recogida (en general; los pyros, los hydros, algunos centauros, unos pocos elfos, ya que eran los mejores recolectando frutos, y varios enanos) debía encontrarse recolectando frutos para la cena, cuando se empezaría realmente la fiesta.
Íbamos dejando un rastro de flores y olor perfumado bastante fuerte, aunque a nadie le importaba. Al cabo de un rato llegamos al centro de Blodyn. Se trataba, en realidad, de un tramo del valle entre Sisha y Misha. Justo por allí pasaba un río bastante ancho en el que todos los pequeños hydros (y algunos no tan pequeños) y algunas alseides, potámides, etc. bebían y se bañaban. El tramo que se consideraba el centro de Blodyn tenía un perímetro, compuesto por árboles medianamente gordos, que parecían formar como un claro. La mayoría de la gente se encontraba en grupos, y cada uno de ellos tenía un montón de frutos que pensaban compartir y cambiar con los demás.
Cerca de un gran árbol (parecía un baobab) estaban sentados Damoc, Dravis, dos hydros mas cuyos nombres eran Lauseom, Harlin y Olaf, y los pyros; Cupo, Verline, Enthoven, Tesio y Río. Los diez se encontraban charlando despreocupadamente a la sombra del gran baobab sin prestar atención a lo que les rodeaba.
Las nueve chicas y yo avanzamos hasta los chicos y nos quedamos de pie a su lado.
—¿Vamos ya a decorar todo con las flores? —preguntó Lara a los pyros y los hydros.
—Bien —respondió Damoc.
—Hala pues —replicó Cupo, y todos se levantaron.
Caminamos con algunos otros grupos mientras íbamos tirando algunas flores al suelo y colocábamos otras en los árboles. Por supuesto, algunas alseides, potámides, híades, oréades, antríades y demás ya habían esparcido flores por doquier, pero en Blodyn se aceptaba la colaboración de todos para decorar el valle. Cerca de nosotros sonaba música; comprobé que uno de los grupos estaba tocando un extraño instrumento de música parecido a un tambor, y otro grupo cantaba.